El 42,4% de la población española entre 25 y 64 años tiene un nivel educativo bajo, que corresponde a los estudios primarios y al primer ciclo de enseñanza secundaria, frente al 23,2% de media de la Unión Europea. En ese contexto, la población ocupada con una cualificación profesional intermedia sólo alcanza el 23,1%, frente al 49% de promedio en Europa. En el país campeón del paro europeo, parecería obvio que apostar por este tipo de formación permitiría reenfocar el modelo productivo y apostar con más intensidad por una economía basada en el conocimiento y las infraestructuras de valor añadido.
Para equipararse a la Unión Europea en ratio de ingenieros y técnicos por población activa deberían atacarse dos líneas básicas: Fomentar el aumento de estudiantes de bachillerato y ciclos formativos que opten por las opciones técnicas, y reducir el abandono de los estudios de ingeniería y formación profesional técnica
Por lo que se refiere al primer aspecto parece que hay una crisis “vocacional”. Por un lado, por los cambios en los valores y comportamientos de los jóvenes. Una parte de éstos perciben que los estudios de ciencias y Tecnología son complicados y conllevan un esfuerzo importante invertido en el proceso de formación. Estos jóvenes correlacionan el grado de dificultad asociado los estudios con una sensación de una remuneración salarial poco destacable y unas tareas profesionales más dirigidas a la actividad comercial que no a la función técnica. Ante esta percepción sería deseable la realización y publicación de estudios sociológicos que pongan en evidencia la situación laboral de los titulados en ingenierías y carreras técnicas, sus condiciones laborales y su posición privilegiada actualmente en el mercado de trabajo.
El otro aspecto a estudiar y corregir tiene que ver con el abandono de los estudios técnicos y la mejora de el sistema educativo, en cuanto al proceso de selección y captación de docentes en los ámbitos técnicos, su formación en metodologías y estrategias pedagógicas, su remuneración, la falta de referentes de prestigio “mediáticos” y la reducida valoración social de la actividad docente que no ha fomentado una pasión por este tipo de estudios. Tampoco ha ayudado la falta de una política de información y orientación académica y profesional.
El sistema productivo español 'necesita una solidez que sólo puede aportarle una base fuerte', formada por individuos con un nivel de cualificación profesional intermedia y superior. La formación profesional 'es una de las herramientas clave, más útiles y de rendimiento seguro en estos momentos de crisis como vehículo para cambiar el modelo económico'. Aunque el principal obstáculo radica en que un alto porcentaje los jóvenes españoles entre 18 y 24 años no tienen el graduado escolar y, por tanto, tampoco podrían continuar su formación.
No hay que olvidar que el desarrollo económico sostenido y la inversión en I+D van parejos, pero los profesionales especializados escasean. Quizás no están lo suficientemente alentados para involucrarse en la nueva dinámica del mercado y sea necesario replantearse cómo unir ambas partes en pos de lograr la conjunción perfecta que facilite el engranaje de los nuevos tiempos y nos ayude a encontrar nuestro nuevo modelo económico de crecimiento.
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