El aumento de las actividades físicas tiene numerosas compensaciones, entre ellas la reducción del riesgo de padecer ciertas enfermedades y afecciones, y la mejora de la salud mental. Sin embargo hay también perjuicios para la salud derivados del deporte de la competición i de algunas actividades físicas.
En los deportes de riesgo, suele haber más trances que beneficios, pero aquellos se pueden minimizar. Por ejemplo, el descenso de aguas bravas, aunque es un deporte olímpico, también es una disciplina de riesgo, porque existe la posibilidad de que a uno lo arrastre la corriente o de chocar contra alguna roca. Por eso, ahora se hace en una piscina que simula un río peligroso, con lo que el peligro queda controlado. Este deporte en concreto sí tiene más beneficios físicos que otras actividades homólogas, porque precisa de una gran preparación corporal.
Hay otros deportes de riesgo que también proporcionan un beneficio físico muy claro. El montañismo de alta altura es un ejemplo: es muy peligroso, tal como muestran los datos, pero la preparación previa a la que se someten los montañistas sí beneficia al cuerpo, pues tienen que entrenarlo para resistir en zonas con poca concentración de oxígeno. Prepararse para escalar el Everest implica una disposición cardiovascular brutal.
Es por ello que el entrenamiento juega un papel importante en la práctica de estos deporte, sin embargo este problema es bastante común por la sencilla razón de que muchos deportistas son incapaces de aceptar que entrenar demás les pueda hacer daño, se sale de su lógica.
Un error en el que caemos además con demasiada facilidad, debido a nuestra capacidad de sufrimiento tendemos a ignorar soberanamente toda una serie de síntomas indicativos de que nos estamos excediendo. Llegando un momento en que la persona se estanca.
Quizás esto pueda parecer un poco exagerado, pero ¿quién no conoce a alguien o a uno mismo que después de unas semanas de ausencia se reincorporan con mejores condiciones y más ganas de entrenar?. A veces este cansancio puede ser más psíquico que físico. Por ejemplo después de una preparación intensa, el cuerpo no solo acusa una saturación de entrenamiento, también achaca una excesiva dedicación psicológica por parte de la persona a la actividad.
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