El inglés, sigue siendo el principal idioma utilizado a nivel mundial y hace tiempo que dominarlo dejó de ser un mérito para convertirse en un requisito indispensable en la carrera por acceder a la mayoría de los puestos de trabajo en los que se exige una titulación. Una de las mejores opciones para definitivamnete dominarlo es ir a un país de habla inglesa, así aprovechas tus vacaciones y aprendes algo que te servirá toda la vida, y que te hechará una mano cuando solicites empleo. En el momento de elegir un país para realizar un curso de verano, la mayoría -en torno a un 94% el curso pasado- se decantó por aquellos en los que podía aprender o perfeccionar la lengua de Shakespeare. Según datos de la Asociación de Promotores de Cursos en el Extranjero (Aseproce), Gran Bretaña, Irlanda, Estados Unidos y Canadá son los países que ocupan los primeros puestos en el ránking. Desde siempre han sido los destinos estrella, pero ya comienzan a hacerse un hueco otros más exóticos como Malta, Nueva Zelanda, Sudáfrica y Australia. En el otro extremo se encuentran las opciones más minoritarias: Francia, con tan sólo un 2%; Alemania, con un 1,5% y una tímida China que apenas acaparaba el 1% del total de viajes contratados para aprender un idioma.
Si bien el precio de vivir esa experiencia se ha democratizado en los últimos años, el desembolso de dinero que se requiere es lo suficientemente importante como para no tomar la decisión de elegir el curso y el destino a la ligera. Por término medio, un curso estándar de cuatro semanas en Londres con alojamiento en familia y que garantice 20 clases semanales cuesta entre 2.500 y 3.500 euros, billetes de avión incluidos. Un precio que exige una estudiada elección con el fin de sacar el máximo rendimiento posible a la inversión. Sin embargo, esta labor se complica ante la infinita oferta de agencias organizadoras de viajes y de academias que imparten cursos. Por eso se recomienda elegir un formato de curso adecuado a las necesidades del estudiante y confiar la labor a una agencia promotora que gestione todos los trámites y que, además, sea capaz de resolver cualquier contratiempo que pueda surgir en el destino elegido. Pero no se fíe de cualquiera. La contratada debe ser una empresa con experiencia en el sector que incluya seguro médico y de asistencia, y que cuente con un socio colaborador en el país extranjero al que el alumno pueda acudir en caso de tener algún problema o duda. La variedad de cursos, destinos y tipos de alojamientos es muy diversa. Por eso el primer paso es elegir un curso que proporcione los mecanismos necesarios para superar las partes más difíciles: adquirir fluidez a través de conversaciones, aprender la gramática o familiarizarse con el inglés comercial. El siguiente aspecto a valorar es el destino. De sobra es conocido que en julio y agosto abundan los grupos de estudiantes españoles en Irlanda, Inglaterra y Malta. Es inevitable, y más cuando se viaja solo y el dominio de la lengua extranjera no es muy alto, formar grupo con quienes comparten nuestro idioma. Aunque nos sale por instinto, en ocasiones supone un detrimento de la capacidad de aprender la lengua y de conocer a personas de otras nacionalidades. El alojamiento es una de las mayores preocupaciones de alumnos y padres que desean enviar a sus hijos a otros países para estudiar idiomas, más aún si son menores. Precisamente, Aseproce establece que el 55% de los alumnos que el curso pasado viajaron al extranjero para aprender un idioma no habían alcanzado aún la mayoría de edad. Las fórmulas que se proponen son varias: inmersión en una familia en la que el estudiante es un miembro más, alojamiento en residencias de estudiantes, habitaciones compartidas en pisos e incluso en hoteles. Desde un punto de vista pedagógico, las estancias con familias permiten que el estudiante refuerce más su contacto con el idioma y que la experiencia sea más fructífera y provechosa en cuanto a conocimientos. Es, también, una de las alternativas más demandadas por los padres para sus hijos, ya que por norma general estas familias anfitrionas 'controlan' de alguna manera al recién llegado; establecen horarios para las salidas nocturnas y se preocupan por su asistencia a las clases. Las estancias en residencias o en pisos compartidos están más indicadas para estudiantes más mayores o profesionales que hayan vivido una experiencia similar en alguna otra ocasión. En cuanto al tipo de régimen, las estancias con familia que, por norma general, son de media pensión, desayuno y cena, o desayuno o 'packed lunch' para almorzar, son más baratas, unos 200 euros, respecto al alojamiento en residencias o pisos compartidos. Estos factores determinarán el coste final, además de otros como la propia duración del curso, el número de estudiantes por aula, de las actividades complementarias con las que pueda contar el programa -como excursiones o visitas-, de la temporada en la que se viaje y de la inclusión o no de los billetes de avión en el paquete contratado. Cuantas más prestaciones se incluyan, mayor será el precio del viaje. Por destinos, Malta se encuentra entre los países más baratos: una estancia de tres semanas que incluya el billete de avión y alojamiento en una residencia cuesta 1.550 euros. La segunda opción más asequible es la de Irlanda y Reino Unido, con un precio de 1.700 euros para un programa de las mismas características. Los más caros son Canadá, alrededor de los 1.800 euros, y Estados Unidos, donde se superan los 2.000 euros. Una vez localizado el centro y seleccionado el curso que más nos interesa de acuerdo a las necesidades del estudiante y de la economía familiar, hay dos maneras de realizar los trámites. La más económica es hacerlo por cuenta propia: reservas de vuelos, de alojamiento, matrícula en la escuela, etc. La otra, más habitual entre los menores de edad, es contratar una agencia especializada en la gestión de cursos de idiomas en el extranjero a cambio de una comisión o precio estipulado de antemano. Si se ha optado por esta última propuesta hay que asegurarse de que la promotora es legal. Cualquier empresa legal del sector deberá estar inscrita en el Registro Mercantil y dada de alta en el epígrafe 933.2 del Impuesto de Actividades Económicas. El mercado del turismo idiomático es un hábitat en el que las agencias piratas anidan especialmente en verano. El primer signo que las delata es el precio ofertado, mucho más competitivo respecto al resto de agencias. La razón de que promocionen estos precios tan baratos es que no cumplen con sus obligaciones legales y pueden reducir de forma notable sus costes fijos en personal contratado sin asegurar, inexistencia de licencia de apertura, instalaciones poco adecuadas para impartir las clases, profesorado no cualificado y precarias condiciones de alojamiento. En el extremo opuesto se colocan las agencias que 'inflan' los precios. En este caso conviene asegurarse de que merece la pena pagar por el servicio que ofrecen, ya sea por la calidad de la enseñanza -profesores nativos muy cualificados-, por los extras -excursiones pagadas-, celebración de conferencias y talleres o por la sofisticación de las instalaciones. En definitiva hay que estar muy al pendiente de todas las facilidades que te brinden en la agencia y además seguro de los datos que te dan de la escuela a la que piensas ir, sobre todo si está acreditada por los organismos oficiales, y por último, aunque en verano no siempre nos apetezca ponernos a estudiar siempre podremos presumir de que en 'ese verano aprendí a hablar inglés'. Los siguientes veranos, ya habrá tiempo de planificar tus viajes hasta el fin del mundo, porque de la mano del inglés, podrás viajar por todo el globo sin problemas y tendrás un fácil entendimiento con las personas que conozcas.
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