En España, según datos de Naciones Unidas, un cuarto de los adultos padece problemas de sobrepeso y obesidad. Si se mide sólo entre la población económicamente activa, el porcentaje ronda el 50%, según la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (SEEDO).
El impacto de la obesidad en la economía mundial se calcula en torno a los 2 billones de dólares, equivalentes al 2,8% del producto interior bruto (PIB) global, según McKinsey. La gravedad del problema está a la altura del tabaquismo, la violencia armada o el terrorismo; y sus consecuencias se expanden a muchas áreas de la economía, desde los costes sanitarios —públicos o privados—, pasando por la caída de la productividad y el aumento del absentismo laboral, hasta un mayor consumo de alimentos y energía.
Es por ello que hay que enfatizar la importancia de comer saludablemente y de forma moderada ya que según estudios, desde hace tiempo, se ha observado que uno de los efectos positivos de la restricción calórica se produce porque protege a las mitocondrias, las centrales energéticas de las células, de la oxidación. El mecanismo protector de estas piezas esenciales del organismo sería el sulfuro de hidrógeno (H2S).
Experimentos con células, moscas o gusanos han mostrado que si se les suplementa con H2S o se les da algún medio para generarlo, aumentan su protección frente a daños como el que produce el estrés oxidativo y, en el caso de moscas y gusanos, se prolonga su existencia. A la inversa, cuando se anula la capacidad de las células para producir H2S, se produce el efecto opuesto.
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