Muchas Comunidades Autónomas han expresado su disconformidad por la falta de financiación de los Servicios de Inserción Laboral Pública (INEM, OPEAs, CIEs, CAILs…, etc.) para un colectivo, que repartido por toda la geografía española, se está viendo gravemente afectado por los recortes (en Políticas Activas de Empleo llegan al 80%) y por la situación económica actual: los más de 5 millones de parados. Dentro de estos están los sectores de la población más desfavorecidos, social, cultural y económicamente y de niveles de estudios bajos, con necesidad de formación, capacitación, reciclaje…
Si no hay empleo, ¿qué necesidad hay de la orientación laboral? esta pregunta está en boca de muchos pero lo cierto es que según indican los especialistas en Recursos Humanos, es ahora más que nunca cuando se precisa una buena orientación para conseguir motivar a los desempleados y encaminarles hacia una actitud más positiva que les permita mejorar sus opciones para encontrar empleo.
A los Servicios de Orientación e Inserción Laboral acuden personas de todas las edades, de todos los niveles educativos, de todos los sectores de actividad, de todos los rangos profesionales, de todos los colectivos existentes (mujeres víctimas de violencia de género, personas con discapacidad, parados de larga duración, mayores de 45 y de 52, inmigrantes, refugiados, jóvenes que abandonaron de forma temprana el sistema educativo procedentes del sector de la construcción….), y con conocimientos y capacidades muy diferentes, lo que hace que el mapa sea tan diverso y plural como el que se dibuja desde hace tres años en este país.
En primer lugar hay que partir de una realidad, que no es otra que la situación laboral del desempleado/a que se sienta delante del orientador. Hay que saber de qué dispone y qué le falta, cuáles son sus intereses y motivaciones y qué preparación tiene, aunque en estos tiempos de crisis lo habitual es que te digan: “Yo quiero trabajar en lo que sea”, aún sabiendo que eso no funciona así, que no deja de ser un autoengaño.
La gente que acude a una OL suele estar desmotivada y mostrarse muy negativa, por lo que una de las labores fundamentales de un buen orientador es cambiar esas actitudes a las opuestas.
Conocer esas dimensiones internas y personales requiere gran dedicación de tiempo y una escucha activa, ponerse en el lugar de la persona que está contando cómo está y qué quiere. Los técnicos que se dedican a este área, han de tener estas capacidades muy desarrolladas además de alentar al candidato en la búsqueda de alternativas, marcando una hoja de ruta (itinerarios de inserción) que conduzcan a buen puerto.
Los profesionales de la OL suelen ser pedagogos o psicólogos que tienen que ser capaces de recuperar la confianza en el candidato, y subir su autoestima para que pueda desarrollar otra actitud frente a la búsqueda de empleo.
Los especialistas de este área se quejan de la falta de apoyo pero sin duda se trata de una profesión que requiere de dedicación, tiempo y empatía, cualidades más que necesarias ante la situación que estamos atravesando.
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