Son tiempos difíciles, no podemos obviarlo. A medida que el año avanza (y casi finaliza), no podemos sino reflexionar acerca de lo que esta terrible situación de crisis sanitaria nos ha aportado, para bien y para mal. En toda época de crisis, aunque sea difícil, conviene intentar obtener un aprendizaje, un pensamiento que nos fortalezca, que nos ayude a seguir hacia delante. Es cierto: resulta complicado, por no decir prácticamente imposible, sacar algo bueno de la pandemia de la Covid-19. Si bien no podemos dejar de lado la incertidumbre, el hartazgo y la frustración por el contexto que nos está tocando vivir, hemos de tener la capacidad de mirar al frente. Y en materia de educación, sobre todo, la pandemia nos ha obligado a abrir los ojos de par en par.
La educación va más allá de un espacio físico. Los alumnos han tenido que adaptarse a una nueva realidad, al igual que los docentes. Para muchos otros, el panorama ha traído al frente otro tipo de formaciones como los cursos online. Sea como fuere, puede que sí sea posible aprender algo de una situación excepcional como esta.
La educación en tiempos de crisis
Mientras la gran mayoría de la población se recluía en sus hogares durante la etapa más severa del confinamiento, la educación seguía su curso, ¿cómo no iba a hacerlo? Niños, adolescentes y jóvenes tuvieron que seguir con sus respectivos cursos. Muchos a punto de graduarse, al borde de etapas finales. Otros recién comenzados, los más pequeños, que aprendieron a adaptarse más pronto que ningún otro a esta increíble situación.
Pero la educación, aunque sin alumnos no tiene sentido, tampoco es nada sin sus docentes. Profesores de todas partes del mundo, de todas las edades y centros educativos, tuvieron que mimetizarse con un contexto que requería nuevas formas de enseñanza. La enseñanza telemática aterrizó para quedarse, al menos durante unos meses, y miles de profesionales tuvieron que abrir en canal su motivación, sus conocimientos, y adaptarlos a los nuevos medios tecnológicos. Todo con un único fin: garantizar la educación, fuera como fuese.
Pero esto abrió una nueva brecha a contemplar. La tecnología supone una ayuda innegable, un salvavidas, pero existe un abismo digital que acarrea profundas consecuencias: muchos estudiantes no tienen acceso a esta tecnología. Esta realidad evidente, a medida que avanzaba el confinamiento, comenzó a perfilar una idea que ya venía gestándose: en septiembre habría que volver a las aulas, al menos parcialmente.
La vuelta a las aulas
Y así se hizo. Entre los pasados meses, los jóvenes volvieron a pisar sus centros educativos. Esta vez, además de libros y mochila, los estudiantes tuvieron que añadir algo más a sus pertenencias: gel hidroalcohólico, mascarillas, distancia de seguridad, incertidumbre. A pesar de que todos los centros incluyeron las medidas necesarias para garantizar la seguridad de sus alumnos, hoy la realidad nos golpea de nuevo. Clases en cuarentena, mayores restricciones… Muchos centros combinan aún clases presenciales con virtuales, una medida que se contempló como muy acertada. Pero parece ser que la pandemia quiere permanecer entre nosotros durante más tiempo.
Sin embargo, la educación sigue, marcha hacia delante, contra todo pronóstico. Los esfuerzos por garantizar que los alumnos reciban una educación digna se mantienen férreamente. Y por eso hay que sacar algo en claro, algo bueno, si es que eso es posible, de una situación de crisis como esta.
Lo que podemos sacar en claro en materia de educación a causa de la pandemia
La educación es mucho más que un colegio o un instituto. Podemos decir que la escuela no es un edificio físico, sino aquello que ayuda a los estudiantes a prosperar, a aprender, a crecer. Y hemos visto que eso también puede conseguirse (o intentarse) desde el salón de una casa.
Por otro lado, hemos aprendido lo importante que es la socialización para el desarrollo de los más jóvenes. ¿Y cómo podría esto ser posible a través de una pantalla? Los docentes intentaron por todos los medios que la dinámica de una clase, aun cuando fura a distancia, se mantuviera lo más parecida posible a la que se llevaría a cabo en el aula. El desarrollo de emociones como la empatía entre los más pequeños se asegura con el contacto, con las relaciones sociales. Desde luego, un reto más para la educación, y algo que trató de solventarse con la vuelta a las aulas.
Algo que la educación sigue tratando de garantizar es la seguridad. Pese a críticas, ataques y avalanchas de información, los colegios volvieron a abrir con toda medida estipulada por los expertos en salud y seguridad. Hay quien piensa que los jóvenes nunca debieron volver a la escuela, y muchos otros no veían otra opción posible. Por ahora, solo nos queda observar el curso de los acontecimientos, ¿volveremos a una educación 100% telemática?
Y en este aspecto, nadie puede negar que la tecnología es un pilar crucial en este contexto crítico. Sin embargo, hemos aprendido que los avances tecnológicos favorecen la inclusión, pero también la desigualdad. ¿Cómo solventamos esta paradoja? La tecnología ha permitido la interacción entre profesores y alumnos, pero también ha servido para dejar aún más en evidencia la profunda injusticia que esto supone para aquellas familias que no disponen de conexión o siquiera de dispositivos tecnológicos. Este punto requería atención urgente durante el confinamiento, y sin duda fue un desencadenante clave a la hora de determinar la vuelta o no a las aulas.
¿Qué podemos hacer ahora? Lo que llevamos haciendo desde marzo: ser pacientes. La pandemia no se toma descansos, y de eso la educación es plenamente consciente.