CORRESPONSABILIDAD EN LA EDUCACIÓN

Somos corresponsables en la educación de nuestros jóvenes, actuar de forma común en todos los ámbitos nos ayudará a garantizar una educación de calidad para nuestras futuras generaciones.

Mejorar la educación es una demanda generalizada de todos los sectores sociales hacia las autoridades y hacia los educadores. También implica a los estudiantes, los padres de familia, los intelectuales y científicos, los medios de comunicación, la empresa privada y las comunidades que rodean a la escuela. La sociedad toda, debe asumir corresponsablemente el reto de la educación.

En la sociedad en general, debe manifestarse a través de sus instituciones, organizaciones y líderes. En particular el ámbito de los medios de información y comunicación tienen una importante función que cumplir. La colaboración entre padres y profesorado debe ser más activa para lograr objetivos de formación, y también deben implicar, cuando su edad y madurez lo haga posible, al propio alumno. En ese sentido, la participación de los miembros de la comunidad educativa adquiere especial relevancia en los órganos colegiados de gobierno y de coordinación docente.  En particular en lo relativo al diseño, seguimiento, evaluación y mejora continua del Proyecto educativo. Sin embargo, no parece en modo alguno suficiente que la participación pueda limitarse a los representantes en los consejos escolares.

Los Proyectos educativos difícilmente alcanzarán su deseable virtualidad si las familias no asumen un compromiso activo con sus principios, valores y demás componentes de lo que podríamos denominar “concepción educativa” del centro.

Los centros educativos, también deben organizarse de forma que se potencie la participación de todos sus miembros. De no hacerse así, difícilmente se logrará su compromiso y difícilmente cada uno de sus miembros hará las aportaciones específicas que le correspondan. El equipo directivo debe promover la búsqueda activa de acuerdos en los objetivos comunes, el ejercicio de un trabajo cooperativo y coordinado  y crear cauces ágiles y eficaces para hacer llegar a las familias la información necesaria. Al profesorado le corresponde la activa implicación y participación en el proyecto de hacer realidad una actuación coherente desde sus respectivas responsabilidades y materias impartidas; así como tener mayores conocimientos que podrán adquirir mediante el reciclaje continuo con cursos de educación y masters de prevención de riesgos laborales. Pero no sólo padres y profesores tienen que implicarse mediante su participación. También los propios alumnos, según su capacitación y madurez, pueden y deben participar corresponsabilizándose de su propia formación y de la de sus compañeros.

La participación en el ámbito académico, con fórmulas ya estudiadas e investigadas –enseñanza mutua, sistema de monitores- debería complementarse con actuaciones adecuadas en el de las habilidades sociales, en el de las relaciones humanas o en el compromiso social a través de proyectos comunitarios. Con todo, hay una faceta especialmente relevante que debe ser objeto de análisis y de colaboración. Esto se ciñe a la participación como objetivo, como ejercicio para su aprendizaje. La participación es el reflejo, o la concreción en actos, de actitudes y valores considerados valiosos en un mundo en el que el desentendimiento de la responsabilidad social es una realidad cada vez más extendida. Pero este tipo de objetivos no se logra sólo a través de determinados conocimientos; la dimensión cognitiva, en efecto, es necesaria pues difícilmente se puede hacer realidad algo que se desconoce por completo. 

La familia, los padres, como depositarios primeros del derecho a la educación de sus hijos, son, también, y por la misma razón, los primeros responsables de la misma. La primera y más sencilla forma de participación consiste en el conocimiento del Proyecto educativo del centro al que envían a sus hijos. Conocido el proyecto, los padres pueden participar en la educación de sus hijos, como auténticos protagonistas de la misma. Se comprometerán con sus metas y configuraran un clima familiar coherente con las mismas y con las líneas del proyecto. Una forma concreta de participación es aquella por la cual las familias ofrecen a los profesores y directivos sus aportaciones en campos como las actividades en tiempos libres y de ocio, o sus habilidades y experiencias en actividades paraescolares. Los padres también deben incorporar a sus hijos a las responsabilidades del hogar como una forma de crear actitudes favorables y de vivir la participación ejercitándose en los valores correspondientes.

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Para finalizar, una participación que no es sino el ejercicio de un importante deber familiar es aquella relacionada tanto con su propia formación como padres como aquella otra orientada a conocer la situación de sus hijos, concretada en la tutoría familiar, que puede tener un excelente valor preventivo de problemas y que debe potenciar la acción que por separado puedan ejercer los profesores y los padres.

La participación es un medio importante al servicio de las metas de la educación, especialmente cuando esta alcanza toda su profundidad, amplitud y complejidad, esto es: cuando es una educación de calidad. Una educación de calidad debe responder a dos grandes principios, el de personalización y el de pertinencia social.

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