Una crisis en valores exige repensar la ética, especialmente en la forma en que se aplica en la investigación médica que abre un mundo de posibilidades con cada descubrimiento.
El trabajo y estudio en base a valores es, ha sido, es y será una necesidad primordial en el buen funcionamiento de cualquier empresa y en la vida personal de cada quien para asegurar el éxito en cualquier gestión que se inicie, más aún en el campo de la investigación biomédica en donde cada nuevo descubrimiento está destinado a producir efectos en cascada, abriendo múltiples horizontes nuevos en orden a la posibilidad de diagnósticos y de tratamientos para tantas enfermedades hasta hoy todavía incurables.
Obviamente, la adquisición de una creciente posibilidad técnica de intervención del hombre sobre otros seres vivientes y sobre el ambiente, obteniendo siempre mayores efectos todavía más incisivos y duraderos, exige, por parte de los científicos y de toda la sociedad, la asunción de una responsabilidad tanto mayor cuanto más grande se demuestre la potencia de la intervención misma. De ello se deriva que las ciencias experimentales, y por tanto, la biomedicina, en cuanto instrumento en las manos del hombre, no se bastan a sí mismas, sino que necesitan ser orientadas a determinados fines y ser confrontadas con el mundo de los valores.
En el empeño de buscar y reconocer la verdad objetiva en cada creatura, tienen una misión de particular relevancia los científicos en el ámbito biomédico, los cuales están llamados a trabajar por el bienestar y la salud de los seres humanos ; por lo tanto, toda actividad de investigación en este campo debe tener siempre como fin último el bien integral del hombre, y, en los medios utilizados, debe respetar plenamente en cada individuo su inalienable dignidad de persona, el derecho a la vida y a la integridad física esencial.
Un itinerario de investigación biomédica debe ser respetuoso del verdadero bien de la persona y hacer converger las diversas disciplinas implicadas con una metodología integrativa, que tenga en cuenta la compleja unidad constitutiva del ser humano.
Pero la propia ética se encuentra en crisis. Las fuentes tradicionales del pensamiento moral ya no parecen ser suficientes como guías de la acción humana, pues no se fundan en concepciones validables entre personas y culturas diferentes. Entonces aparece más fuerte que nunca la exigencia y necesidad de repensar la ética, entendida como la búsqueda de concepciones morales que sean justificables y validables entre personas y culturas con creencias diferentes; capaz de fundamentar concepciones morales que no sean simplemente el reflejo de tradiciones, costumbres o creencias particulares, de determinadas religiones, sociedades o ideologías, y que a su vez incluya e integre las perspectivas de diferentes dimensiones del ser humano y diversas fuentes de conocimiento.
Con estos precedentes Funiber ha lanzado su Máster en biotética, titulado por la Universidad Europea Miguel de Cervantes, cuyo obejtivo general es formar profesionales especializados en el campo bioético a nivel teórico y práctico con una sólida formación científica, antropológica, ética y legal.