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Encontrar a una mujer en un puesto directivo aún es poco común, pero van en aumento las empresas que toman esta decisión, una de las razones es su diferente forma de encarar todos los ámbitos de su vida profesional y personal.

 

A pesar de los obstáculos, muchas mujeres se han incorporado al mundo laboral, abandonado la esfera privada tradicional y cada vez más, entran en la competición profesional conduciendo su carrera hasta las más altas responsabilidades. Tradicionalmente se ha dado por sentado que las mujeres no ocupaban puestos en los consejos de administración de las empresas porque no tenían la experiencia suficiente. Sin embargo, las mujeres en estos puestos aportan lo mismo, en cantidad y calidad, que los hombres, si bien sus carreras en el mundo de la empresa difieren mucho de las de sus colegas. Así, es más probable que las mujeres directivas hayan hecho un máster en administración de empresas, se vinculen a consejos más pequeños y con contratos cortos para seguir acumulando, precisamente, experiencias diversas. Los hombres, por el contrario, tienden a focalizar más su presencia en los consejos en un determinado sector o en una empresa muy concreta.

Los estudios sobre estas mujeres que están en el poder muestran cómo han llegado tan lejos y saltado todos los obstáculos. Se trata de mujeres con una gran capacidad de trabajo y formación, pero además con una personalidad que les da optimismo para llevar adelante sus objetivos, con valores muy sólidos. Son conscientes de que no se puede hacer todo, refiriéndose a la famosa conciliación, pero no por ello han renunciado a formar familias en una gran cantidad de casos.

Los problemas familiares los han resuelto de manera creativa así como los conflictos entre las “dos vidas”. Desde el punto de vista del autodesarrollo, estas mujeres poseen habilidades sólidas de comunicación, coaching, motivación, iniciativa y equilibrio emocional. Cualidades que rentabilizan en el ámbito laboral como en el familiar.

El modelo de liderazgo de las mujeres tiene cinco dimensiones que se relacionan entre sí: significado, gestión de la energía, marco positivo, conexión y compromiso. Estas cinco dimensiones conformarían un “modelo de liderazgo centrado”, que implicaría también sentirse bien física, intelectual, emocional y espiritualmente para obtener la fuerza necesaria para conseguir una aspiración personal o para inspirar a los demás.

En primer lugar estaría lo que llaman “significado”, que se refiere a la motivación que nos mueve. Permite a las personas descubrir sus intereses y llevarlos hasta el límite. Es, dicen los autores, “lo que hace que el corazón lata más rápido”. El significado empieza con la felicidad. Los psicólogos positivos han definido una progresión de la felicidad que va desde el placer, pasando por el compromiso, hasta el significado.

Gestionar la energía es clave para los líderes hoy por hoy para evitar el síndrome del trabajodor quemado. Un estudio afirma que el 60% de los directivos senior trabajan más de 50 horas a la semana, mientras que un 10% trabajan unas 80. En el caso de muchas mujeres (92%) con responsabilidad, además de estas largas jornadas, tienen que hacerse cargo después de su vida familiar.

El trabajo no tiene que ser agotador. Mihály Csikszentmihálvi, uno de los fundadores de la psicología positiva, estudió a gente de todo tipo, desde escultores a ejecutivos, y llegó a la conclusión de que aquellos que experimentaban frecuentemente la sensación de estar tan centrados en una actividad que no sienten el paso del tiempo eran más productivos y se sentían más satisfechos y plenos de energía. La clave es identificar las situaciones que nos recargan y aquellas que nos vacían. Esta autoconciencia es una vía para sólo incorporar a nuestra actividad las cosas que nos dan energía.

El punto de vista con que se ve el mundo puede marcar la diferencia profesionalmente hablando. Muchos estudios sugieren que los optimistas ven la vida más realistamente que los pesimistas. El marco positivo puede ser crucial para tomar las decisiones adecuadas en un negocio. Esto es fundamental para las mujeres, ya que tienen el doble de probabilidades de sufrir una depresión que los hombres, según el libro “The famele brain”. Los optimistas no temen ver el mundo tal cual es, porque confían en sus posibilidades y en su capacidad para mover equipos rápidamente. Por el contrario, los pesimistas tienden a sentirse indefensos. “No importa lo pesimista que se sea por naturaleza”, dice el informe, “se puede aprender a ver las situaciones como lo hacen las personas optimistas”.

En cuanto al ámbito de las conexiones, la gente con buenas redes y mentores ascienden en los escalafones, son mejor pagados y se sienten más satisfechos. Este es el poder que tienen las conexiones, que además pueden marcar la diferencia entre ser un directivo o ser un líder. Los segundos tienen la habilidad de imaginar hacia dónde quieren ir y “reclutar” las personas y los grupos para alcanzar esa finalidad. Pero hombres y mujeres hacen sus conexiones también de forma muy diferente. Roy Baumeister, un psicólogo social, cree que los hombres tienden a hacer redes más grandes y más superficiales que las mujeres, lo que motiva que ellos obtengan una mayor variedad de recursos y más oportunidades profesionales, por el contrario la red de las mujeres suele ser más pequeña pero más profunda.

Las mujeres que quieren prosperar en su liderazgo también tienen que hacerse dueñas de su desarrollo profesional. El compromiso con uno mismo tiene mucho que ver con el riesgo. Las mujeres en puestos directivos aceptan el riesgo como parte de una oportunidad. Algunos estudios indican que las personas que toman una decisión enfrentándose al riesgo, en lugar de evitarlo, son más felices. De las entrevistadas, unas mostraban el coraje y la confianza para enfrentarse a ese riesgo, mientras que otras analizaban el problema para medir el riesgo y actuar en consecuencia.

Las claras diferencias entre hombres y mujeres fundamentan la importancia de contar con hombres y mujeres en posiciones de dirección para que sus estilos se complementen y en consecuencia la tarea a realizar se alcance de la mejor forma, en el mejor tiempo, en el mejor ambiente y con la mejor actitud. Con lo cual todos ganan. Luego en lugar de anular la diferencia, favoreciendo una sola forma de liderar, conviene marcarla y aceptarla. En definitiva, las mujeres directivas tienen una identidad y un liderazgo propios y los resultados de las empresas que manejan, denotan su efectividad. No es mejor; es propio de su identidad femenina.

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