El protocolo es indispensable en muchos ámbitos de nuestra vida, desde las relaciones sociales a las laborales, aún mucho más en el sector empresarial donde puede ser un factor importante a la hora de diferneciarse en este actual mercado tan competitivo
El protocolo se puede definir como un código tácito que define la manera adecuada de interactuar con los miembros de una empresa, que tiene antecedentes en su cultura, y que marca pautas en el estilo de comunicación, imagen y presentación personal, respeto a la jerarquía (relaciones entre superiores y subalternos, o entre clientes y proveedores), cortesía telefónica, y manejo de la red y de las herramientas de trabajo, entre otros. Los estudiantes y profesionales recién egresados que no han tenido experiencias laborales, y aún los profesionales con varios años de experiencia, deben ajustar su conducta al código de comportamiento de la empresa para responder de manera empática a la cultura de la organización en la que aspiran trabajar.
La situación actual de la profesión y el auge del Protocolo en el mercado laboral hace que nos planteemos el momento actual como determinante para llevar a cabo esta profesionalización.
Últimamente venimos escuchando y leyendo expresiones y opiniones sobre el protocolo negativas o frívolas. Se dice “es un acto protocolario” en un tono que lo equipara a algo frío, distante, anquilosado, un tema sin fondo, vacío, como innecesario, cuando es todo lo contrario ya que si existe una mise en scène en la firma de un convenio, ésta será el resultado de estudios y conversaciones previas en busca de un objetivo final que beneficie a las partes y en el caso de las administraciones públicas, a los ciudadanos. Convendrán que el protocolo es la forma del fondo.
En una época en la que fluyen con fuerza los actos sociales, culturales, urbanísticos, deportivos, no entendemos esta interpretación negativa de una profesión que es tan digna como la que más. En sí, el protocolo es el compendio de organización, representación, equilibrio, justicia, jerarquía normativa y territorialidad aderezado con imaginación, cortesía, estética y sentido común.
Un departamento de protocolo no sólo realza los actos académicos, también puede ser tremendamente democrático. Puede organizar un amplio abanico de eventos: desde la visita de un jefe de Estado hasta las jornadas de puertas abiertas de las instituciones para que los ciudadanos conozcan su patrimonio cultural. Conviene no confundir una parte con el todo. El real decreto de la prelación de autoridades no es la esencia de la profesión, es sólo el 5% del quehacer; el otro 95% lo forman la idea, el objetivo, la decisión de llevarlos a cabo, la definición de a quién va destinado el mensaje y la logística: la convocatoria, el correo, el lugar idóneo, el papel del anfitrión, la proyección en los medios, la definición del orden del acto y la realización. El técnico de protocolo que crea sólo en el poder se quedará en la cuneta.
Las compañías saben que el protocolo les va permitir desarrollar un estilo propio y único, que haga que sus empresas se diferencien de sus competidores, bien a través de su marca o de su logotipo o de la imagen de sus directivos o de la opinión de sus trabajadores. Las empresas valoran cada día más la incorporación en sus organigramas de un buen profesional de Protocolo. El mundo empresarial tiene muy claro el concepto de calidad, saben que sólo así van a conseguir que su cuenta de resultados mejore y que esa mejora mantenga una continuidad. No se trata de actuaciones puntuales, se trata del día a día.