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La especialización ha sido la base del éxito en los últimos tiempos, sin embargo son cada vez más las empresas que busca el empleado proactivo, se exige un modelo educativo que era común en siglos pasados

 

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El paradigma dominante del presente se orienta a la especialización del profesional, conocer bien de un algo en particular asegura en apariencia un futuro estable y prometedor, o por lo menos esas son las expectativas entorno a esta afirmación. No obstante la realidad presente en ese futuro inmediato que aguarda es completamente distinta, los mercados y las empresas están orientándose cada vez más a poseer personal capacitado en múltiples áreas para así poder afrontar los retos que constantemente aparecen debido al avance inevitable de la competencia, la tecnología y el conocimiento.

El mundo ya no requiere de personas que posean una visión unidimensional del entorno, eso funcionó en el pasado y fue la base de la creación de grandes equipos multidisciplinarios que atacaban problemas o retos en diferentes áreas. Pero la tendencia que se inició en los años 80 del siglo XX exige hacer más con menos y eso incluye a las personas. Si se posee un número limitado de colaboradores que poseen una visión amplia y compleja de las organizaciones y los escenarios donde esta se desenvuelve sería el equivalente a tener en una misma área a un amplio grupo de especialistas ofreciendo sus opiniones y esperando lograr el consenso de la mayoría.

En el pasado el hombre era sometido a una suerte de tormenta de conocimientos que lo convertían en un verdadero poseedor de una visión 360 del mundo en que vivía. Conocía de idiomas, ciencias, cálculos y de todo cuanto fuese necesario para que su creatividad generara las ideas que han hecho posible los avances de los que hoy goza la humanidad.

Hace unos cinco mil años el conocimiento y el saber dejaron de ser simples figuras dibujadas en cavernas y se convirtieron en escritura gracias a los Sumerios. Esa onda expansiva alcanzó a civilizaciones como la Egipcia, la Griega y la Romana mientras que de una manera inexplicable hacia lo propio en América y Asia.

Existen registros que demuestran que el hombre antiguo era educado en todas las ciencias conocidas para la época, el Moisés histórico, por ejemplo, fue instruido y formado por los más importantes sabios del Faraón, aunque tal situación hace suponer, y con razón, que pocos tenían acceso al conocimiento existente.

Otro ejemplo de lo diverso, extenso e importante estar debidamente formado en el mundo antiguo fue sutilmente representado en la película Brave Heart, de Mel Gibson, cuando en la interpretación de un personaje real, Sir William Wallace (1270 - 1305 d.C), introduce un diálogo donde su prometida le manifiesta no saber leer y le pide a Wallace que le enseñe a hacerlo y éste le pregunta '¿en qué idioma?'. A lo largo del film pueden apreciarse eventos donde la educación compleja recibida por el personaje le sirvió para afrontar con éxito la mayor parte de su empresa.

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Pero uno de los ejemplos más significativos de la envergadura que poseía el conocimiento en el pasado se encuentra en la vida y obra del ingenioso Leonardo Da Vinci (1452 - 1519 d.C) quien se convirtió en la referencia obligada del Renacimiento y que, sin duda alguna, ha de ser el modelo a seguir en el siglo XXI y en los venideros.

Leonardo Da Vinci fue un profesional completo en varias áreas y su condición demuestra la capacidad ilimitada que posee el hombre en cualquier escenario si deja de actuar como una persona común y comienza a desarrollar la actitud del genio.

En el presente, uno de los medios más acertados para lograr poseer esa visión 360 que en el pasado experimentaron los pensadores e inventores en las distintas épocas, se encuentra en la realización constante y diversificada de estudios de postgrados y en el ejercicio personal y particular del conocimiento que surja de esas actividades.

Por ejemplo, un profesional de administración de personal no puede limitar su conocimiento sólo a lo que se refiere al capital humano, sus decisiones, planes y estrategias afectan a la empresa en áreas como finanzas, contabilidad, mercadeo, ventas, producción, servicios, publicidad e imagen, por lo tanto, el responsable de esa área debe conocer suficientemente de cada una de esas disciplinas para poder tomar decisiones más acertadas e incluso extraordinarias que generen resultados y consecuencias de un alto significado. Es por ello que hoy no resulta extraño observar a médicos, abogados, ingenieros y otras ramas que parecían estar divorciadas del tema administrativo presentes en maestrías de administración de negocios (MBA).

Lo anterior se traduce en que un profesional de un área en particular no puede limitarse a ver las cosas desde su nicho de conocimiento, pues aunque ve jamás poseerá toda la información que requiere para asumir con verdadero éxito la empresa que emprenda. Es necesario saber y conocer de otras disciplinas.

Poseer un título universitario no forma al genio, esa es otra verdad inmutable, simplemente da herramientas y datos al individuo para que este pueda armar con cierta facilidad una parte del rompecabezas. Pero no todo. Para ello se requiere estar en constante preparación, poder observar los escenarios desde una perspectiva tridimensional que permita no dejar sin explorar todo sus lados. Sólo así se será un verdadero profesional. Un profesional completo y multihabilidoso. El profesional que requieren los mercados, las empresas y las organizaciones del siglo XXI y que, de manera irónica, no dista en lo absoluto del perfil que poseía un hombre del renacimiento como lo fue Leonardo Da Vinci.

 

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